por Ricardo González
2008
del Sitio Web LegadoCosmico
Se
dice que el nombre sánscrito “Shambhala” significa “lugar
de la paz, de la tranquilidad”, denominación apropiada para la labor de
sembrar la semilla de la luz en la Tierra. Nos encontramos frente a la
ciudad matriz del mundo subterráneo de Agharta, un lugar que aún
hoy en día es recordado por los Lamas y sabios de Oriente.
Los Maestros de origen celeste que fundaron
Shambhala para polarizar la pugna de fuerzas en el mundo, han
extendido su radio de acción no sólo en el desierto de Gobi o los
Himalayas, sino también en América del Sur, donde se halla un verdadero
laberinto de túneles que conduce a fantásticas ciudades intraterrenas.
Aunque suene increíble, aquellos seres de luz constituyen la
denominada Hermandad Blanca o Gobierno Interno Positivo del
planeta.
La Hermandad Blanca, a lo largo de la historia, ha
venido inspirando a diversos hombres y mujeres de todas las latitudes del
mundo, quienes lograron escuchar el “llamado” para encender su propia
antorcha interior.
¿Con qué propósito?
Cual faro luminoso que guía las
embarcaciones, el llamado de los Maestros estimula al caminante a
descubrir su real “sentido” y “misión”, que aunque yace silente en algún
lugar de nuestro interior, es sensible a esa activación si estamos prestos
no sólo a escucharla, sino a asumirla, por cuanto requiere un compromiso
para con la humanidad.
En América del Sur, se encuentran diversos
Retiros Interiores de aquellos Maestros antiguos. Los tres
centros principales, cual triángulo de poder que opera hace miles de años,
los presentamos brevemente aquí:
Paititi: El Centro
Supremo
Paititi es considerado
en la actualidad por diversos investigadores como el enigma arqueológico
de Sudamérica; sin embargo, no ha sido hallado y para algunos
historiadores la misteriosa ciudad perdida sigue siendo tan sólo una
leyenda.
Se dice que en las selvas de Madre de Dios, en la zona sur
oriental del Perú, existe una ciudad de piedra, con estatuas de oro
erigidas en amplios jardines.
Lo
interesante de Paititi es que las “leyendas” señalan que hasta hoy en día
el Imperio amazónico se encuentra en plena actividad, y por si esto fuera
poco, se afirma además que es el lugar donde mora el último Inca,
esperando el momento de retornar al “mundo de afuera” para restituir el
orden que se quebró en el pasado desde el arribo de Pizarro y los
conquistadores españoles.
El mayor de los
misterios
La leyenda del Paititi ha
perdurado en la mente de muchos hombres. Ya en el siglo XVII corría como
reguero de pólvora la noticia de una ciudad fantástica, misteriosa, y que
albergaba grandes tesoros que supuestamente pertenecieron a los incas.
Algunos libros, inspirándose en crónicas antiguas o en relatos de nativos
indígenas, abordaron el tema logrando con ello generar un mayor interés
.
Lamentablemente, todo esto acrecentó la ambición de algunos
exploradores que de inmediato se lanzaron a organizar ambiciosas
expediciones. En la mayoría de los casos, lo único que se halló fue un
desenlace fatal al profanar las sagradas selvas del Antisuyo
incaico.
Quizá lo que más ha contribuido al conocimiento de la
presunta existencia del Paititi son los petroglifos de Pusharo.
Estos extraños grabados habrían sido descubiertos en 1921 por el misionero
dominico Vicente de Cenitagoya , hallándolos en una gigantesca roca
que se acomoda a orillas del río Sinkibenia, considerado sagrado por los
machiguengas.
Más
tarde, los petroglifos fueron observados por numerosos exploradores. Ya en
1970, el sacerdote y antropólogo A. Torrealba fotografió y estudió
los grabados. Muchos investigadores coinciden en que los petroglifos no
fueron hechos por los incas, entonces ¿quién los
hizo?
Pusharo no es la única evidencia de una obra humana en
las selvas del Manú, también se han encontrado numerosas ruinas y caminos
parcialmente pavimentados. Las pirámides de Paratoari son una
prueba fehaciente de estas obras.
Diversos estudios demuestran que estas grandes moles no serían
producto de la naturaleza, sino la obra de una civilización
desconocida.
La imagen de la
polémica
Gracias a la tecnología
moderna se ha podido fotografiar la cordillera del Pantiacolla, que
generalmente se halla cubierta por sospechosas “nubes”. La fotografía fue
tomada en diciembre de 1975 por el satélite norteamericano Landsat 2, que
formaba parte de un ambicioso proyecto de la NASA.
El
enigma se inició cuando el Landsat 2 logró unas espectaculares fotografías
en el sureste peruano donde se apreciaban con nitidez unos diez “puntos”
agrupados en pares; es decir, dos filas de cinco. Por si esto fuera poco,
posteriores análisis identificaron a cada punto como “una pirámide trunca
de proporciones enormes”.
Arriba: Fotografías tomadas por el Landsat
2.
Como era de esperarse, el descubrimiento generó las más encontradas
opiniones, y el más profundo cuestionamiento: ¿Qué es esto? De seguro ello
fue lo que se dijo a sí mismo el explorador japonés Yoshiharu
Sekino, quien partió en busca de las “pirámides del Pantiacolla” (como
se les bautizó posteriormente) sin llegar a dar con ellas debido a la
tupida jungla.
Como un dato adicional, es bien sabido que el
tamaño calculado a cada uno de los “puntos” equivale a las dimensiones de
la Gran Pirámide de Egipto (!). Al margen de ese misterio, los propios
nativos de la zona, los machiguengas, sostienen la existencia de otras
pirámides en la meseta del Pantiacolla. Según el testimonio de ellos, son
doce construcciones, y seres “vestidos de blanco” viven en
ellas...
Curiosamente, en esta extraña meseta se han reportado
numerosas expediciones desaparecidas, perturbaciones electromagnéticas en
los instrumentos, “apariciones” de inusitadas luces, ruidos
extraordinarios que parecían surgir del suelo, y para añadirle el
ingrediente final, los relatos de los machiguengas, quienes afirman, con
total naturalidad, que “al otro lado” (con esto se refieren al Pongo de
Mainiqui) existe una civilización muy antigua que “lo sabe todo”.
¿La
Hermandad Blanca o Los Maestros del Paititi?
Ellos serían los “Paco
Pacuris” o “Guardianes Primeros” que mencionaba la creencia andina;
antiguos Maestros que fundaron en el actual Parque Nacional del
Manu una ciudad intraterrestre, anterior al Imperio Inca. Aquellos
guardianes custodian los Anales de sus milenarias culturas desaparecidas,
así como el sagrado Disco Solar, que otrora se hallaba en el templo inca
del Koricancha, pero que fue salvado de la codicia de los
conquistadores.
Paititi o Qoañachoai (como le
denominan los hombres del reino Q´ero) está en plena activad. Sus Maestros
vigilantes.
Sólo un puro de corazón podrá penetrar sus
santuarios intraterrenos y desvelar el
misterio.
La Cueva de los
Tayos
Fue en 1969 cuando
Juan Moricz, un flemático húngaro nacionalizado argentino,
espeleólogo aficionado y experto en leyendas ancestrales, encaró uno de
los más apasionantes misterios del oriente selvático del Ecuador: La Cueva de los Tayos.
Aunque no era el primero en tropezarse con el intrincado de túneles
y galerías subterráneas que dan cobijo a los Tayos (aves nocturnas
cuyos polluelos son muy codiciados por los indios shuaras), es innegable
su valentía y arrojo al haber sido, sin duda, el primero en dar a conocer
a nivel mundial la existencia de este sistema intraterrestre.
Leyendo tan sólo la acta notarial de su hallazgo, con fecha 21
de julio de 1969, en la ciudad costeña de Guayaquil, a cualquiera se le
encrespan los cabellos frente a estas detonantes afirmaciones:
“...he descubierto valiosos objetos de gran valor cultural e
histórico para la humanidad. Los objetos consisten especialmente en
láminas metálicas que contienen probablemente el resumen de la historia
de una civilización extinguida, de la cual no tenemos hasta la fecha el
menor indicio...”
Es
inevitable pensar en la posible relación entre las planchas que menciona
Moricz, halladas en una cámara secreta de la Cueva de los Tayos, con las
planchas metálicas de complejos ideogramas que han sido visualizadas en nuestra experiencia de
contacto, aquella biblioteca cósmica que narra la
verdadera historia de la humanidad.
¿Existen indicios que señalen esta asombrosa
posibilidad?
Rastreando el enigma de
los túneles
A una altitud aproximada
de 800 metros, en una zona montañosa irregular, en las faldas
septentrionales de la Cordillera del Cóndor, se sitúa la entrada
“principal”, o más bien, la entrada “conocida” al mundo subterráneo de la
Cueva de los Tayos.
El
acceso consiste en un túnel vertical, una suerte de chimenea con unos 2
metros de diámetro de boca y 63 de profundidad. El descenso (no apto para
cardíacos) se realiza con un cabo y polea. De allí, un verdadero laberinto
se abre al explorador por kilómetros de misterio, que deben ser recorridos
en la más absoluta oscuridad. Las linternas más potentes son nada ante
semejantes galerías donde una catedral entera podría caber.
La
Cueva es denominada habitualmente “de los Tayos” debido a que su sistema
de cavernas es el hábitat de unas aves nocturnas llamadas Tayos
(Steatornis Caripensis), que constituyen la misma especie que se ha
hallado en otras cavernas de Sudamérica, como por ejemplo, los “guacharos”
en Caripe, Venezuela, o la Cueva de las Lechuzas, en Tingo María, Perú.
El estudio inicial de esta conexión intraterrestre entre especies
de aves nocturnas lo abordó detalladamente el sabio alemán Alejandro de
Humboldt, en su obra:
“Viaje a las Regiones Equinocciales del Nuevo Continente” (1800).
Es
sumamente sospechoso que una misma especie de aves ciegas estén
diseminadas en diversas cavernas de Sudamérica. ¿Será que todos aquellos
laberintos intraterrestres no son cavernas aisladas y guardan una
conexión subterránea?
En las inmediaciones de la Cueva de los
Tayos del Ecuador viven los Shuaras, quienes en el pasado
fueron conocidos con el nombre “Jíbaro”, famosos por su bravura y el arte
de reducir cabezas. Ellos son los primeros exploradores del sistema
subterráneo ya que cada mes de abril bajaban a la cueva para hurtar los
polluelos de los Tayos. Y en medio de esta faena se toparon con una serie
de sorpresas.
La
más resaltante fue sin duda el hallazgo de gigantescas huellas sobre
bloques de piedra que, por sus ángulos rectos y simetría, sugieren un
origen artificial. Moricz recogió estos relatos en su visita al oriente
Ecuatoriano, pudiendo comunicarse sin mayor dificultad con los nativos
gracias a su dominio del magiar, un antiquísimo lenguaje húngaro
similar al dialecto Shuar.
Lo que no detalló Moricz en su
acta notarial, es la existencia de lo que él denominaba “Taltos”, unos
extraños guardianes del mundo subterráneo que custodian celosamente las
mentadas planchas metálicas.
Aquellos “Taltos”, así como los
Sunkies y Nunguies de la cosmogonía shuar, habitan el mundo
subterráneo y los ríos.
Sea
como sea, la historia era tan apasionante que no tardaron en llegar los
primeros cazadores de misterios.
Erick
Von Däniken y Neil Armstrong
Y la cosa se puso color de
hormiga. Primero apareció en escena el famoso escritor suizo Erick Von
Däniken, quien supo cautivar a Moricz para que le diese material
fotográfico y la versión oculta de su hallazgo, hecho que fue
espectacularmente explotado en el libro “El Oro de los Dioses” (1974),
donde Däniken no sólo se limitó a fantasear con la versión original de la
historia, además, por si fuera poco, sostuvo haber ingresado él mismo a
la Cueva de los Tayos (en sus sueños) y haber visto con sus propios
ojos la biblioteca metálica.
El
libro fue un bestseller mundial: 5 millones de copias y traducido a
25 idiomas. Ni un peso para Moricz.
El libro cautivó de manera
particular al lector europeo, y fue así como el ingeniero escocés
Stanley Hall contacta con Moricz para proponerle una expedición
internacional a la Cueva de los Tayos. Moricz aceptó siempre y cuando él
fuese el Jefe de la Expedición y que ningún objeto hallado en el mundo
subterráneo fuese retirado.
Stanley Hall no aceptó la propuesta, desechó la presencia de
Moricz y se comunicó con el Gobierno de Inglaterra. Resultado: En 1976 se
llevaría a cabo una expedición Ecuatoriano-Británica, con un intimidante
personal militar y científico y, para añadir la cereza a la torta, la
presencia del astronauta norteamericano Neil Armstrong
(¿?).
Desde luego, esta no sería la primera incursión del
astronauta en un lugar donde “las papas queman”. Recordemos tan sólo sus
frecuentes visitas a Paysandú, Uruguay, debido a la intensa actividad OVNI
en la Estancia de la Aurora (popularizada por el escritor brasilero
Trigueirinho). El mismísimo dueño de la Estancia donde ocurrieron
los hechos, Angel Tonna, con quien tuvimos la oportunidad de
compartir en su casa de Paysandú en 1999, recordaba claramente las visitas
de Armstrong quien, además, le confió en su propia casa de Uruguay que la
misión Apolo XI de 1969, enfrentó un encuentro cercano del TERCER TIPO
en la Luna.
Las investigaciones Ecuatoriano-Británicas se
desarrollaron por 35 días, instalando un generador de electricidad en el
campamento base, a escasos metros de la boca misma de la Cueva,
descendiendo a diario a las profundidades para desarrollar sus
“investigaciones geológicas y biológicas”. Según el informe final, la
comisión de estudiosos concluyó que la Cueva de los Tayos no tenía
origen artificial, y que no había indicios de trabajo humano. Todo lo
había hecho la naturaleza...
No obstante, una de las afirmaciones
más sorprendentes salió de boca del mismísimo Armstrong, cuando al
salir de la Cueva de los Tayos (luego de permanecer en ella tres días
completos) afirmó a la prensa ecuatoriana que “su experiencia en la Cueva
había superado lo que el vivió en la Luna”.
Sospechando entonces lo que el astronauta de la misión Apolo
enfrentó en la Luna (encuentros OVNI), nos preguntamos con qué misterio se
halló en el mundo subterráneo como para lanzar tal comparación.
Sin
comentarios.
Neil Armstrong en los Tayos.
(click en imagen)
Las Sierras del
Roncador
En el inmenso estado
brasileño de Mato Grosso (901.420 Km²), se esconde un enigma de
proporciones similares a la geografía que enfrentamos. En el sector de sus
chapadas, de zonas bajas y pantanosas, concretamente en las denominadas
Sierras del Roncador, se halla el ingreso a un mundo perdido que se
protege tras su indócil selva y las flechas de los aguerridos indios del
Parque Xingú.
Al
dar un vistazo a este paisaje, es inevitable asociarlo con el que nos
ofrece el misterio del Paititi, aun más al encontrar claros indicios que
apuntan a una raza de seres superiores que vivirían en las entrañas de la
tierra y que, por si fuera poco, al igual que otros Retiros Interiores,
estarían custodiando la “verdadera historia de la humanidad, su origen y
misión”. Cada Retiro Interior protege un capítulo de esa historia
desconocida.
No en vano, en 1925 el investigador George Lynch sostuvo en la
prestigiosa revista Science at Vie que en el Mato Grosso se
encuentra el origen de todas las civilizaciones de occidente.
Recordemos que ese mismo año, el Coronel inglés Percy Harrison
Fawcett (medalla de oro de la Real Sociedad de Geografía de Inglaterra
y jefe de la comisión encargada de delimitar las fronteras entre Perú y
países vecinos) llevó a cabo una arriesgada expedición en pos de aquellas
selvas indomables, de donde nunca más
regresaría.
La extraña desaparición
del Coronel Fawcett
Fawcett iba en
busca de una ciudad secreta en el Roncador, denominada por él “Z”. Hasta
la fecha, a más de siete décadas de esta expedición, no se sabe a ciencia
cierta qué ocurrió con el avezado Coronel, que desapareció de pronto en
medio de las selvas del Xingú con sus dos acompañantes: su hijo Jack de 22
años, y el fotógrafo Raleigh Rimmel.
Un
detalle intrigante en torno a su desaparición, fue revelado en 1952, por
otro de sus hijos, Brian, quien afirmó, con seguridad aplastante, que si
su padre entró en aquella ciudad perdida que buscaba, la “gente” de allí
no le habría dejado salir... ¿Quiénes no le habrían dejado
salir?
Para pensar un poco más, la esposa del Coronel afirmó que
cuando vivían en el extremo Oriente, aparecieron unos hombres extraños que
le anunciaron hechos extraordinarios para el futuro de la familia,
anticipando, incluso, el destino de Fawcett. A todo esto se sumó el
descubrimiento científico de Machu Picchu por Hiram
Binghan en 1911, hecho que daría al Coronel mayor fuerza a su
convicción de partir a la Sierra del Roncador, que debe su singular nombre
a los extraños sonidos que parecen surgir del suelo.
El explorador,
desde luego, sabía que en Brasil, así como en otras regiones aún sin
investigar de América del Sur, yacían escondidas, ocultas, ancestrales
ciudades de piedra, enterradas bajo el conveniente manto selvático.
Ya
en sus viajes por el continente, Fawcett había oído hablar de hechos
extraños, como la existencia de “indios rubios, de ojos azules”, pirámides
en la selva y entradas secretas a antiguas ciudades
subterráneas.
El atlante de
Basalto
El hecho que motivó
finalmente a Fawcett a partir en busca de “Z” radicaba en una extraña
estatuilla de estilo egipcio, hecha en basalto negro (roca volcánica
vitrificada), que llegó a sus manos gracias al famoso novelista Sir
Rider Haggard, autor de la fascinante obra “Las minas del Rey
Salomón”, quien la consiguió en el Brasil a fines del siglo XIX.
A
través de la investigación psíquica, como la psicometría, se determinó que
el objeto, de unos 25 cm. de altura, provenía presuntamente de la
Atlántida, siendo rescatado por un superviviente que la mantuvo en su
custodia en una ciudad de piedra, escondida en las selvas de América del
Sur (?).
representación gráfica
de la extraña estatuilla de basalto negro (roca volcánica
vitrificada).
Otro detalle inquietante es que la estatuilla representaba a un
posible sacerdote sosteniendo una tabla con extrañas inscripciones, 24
signos en total. Fawcett logró descifrar 14 de estos signos al hallarlos
en piezas de cerámica prehistórica procedentes del Brasil. Los utilizó
como “coordenadas” para alcanzar su objetivo. Otros piensan, incluso, que
la escritura se trataba en realidad de una especie de “contraseña” o
“llave de acceso” al mundo perdido del Roncador. Y aunque todo esto
suene demasiado descabellado como para aceptarlo, existen diversos
estudios serios sobre la inscripción que esgrime la estatuilla.
El
reconocido estudioso argentino Aldo Ottolenghi, en su obra
“Civilizaciones Americanas Prehistóricas” (1980) aborda de lleno el
misterio de esa escritura. A decir del experto mundial en el estudio de
escrituras ancestrales, por las complejas y exactas características como
lenguaje arcaico que muestra la estatuilla, es casi imposible
falsificarla.
Por alguna razón, aquella estatuilla llegó a manos
de Sir Haggard para que, finalmente, Fawcett la posea como la ratificación
de un viaje que venía pensando realizar. El objeto, como si se tratase de
una profecía, acompañó al osado explorador inglés en su último y extraño
viaje al Mato Grosso.
¿Tenía que devolverlo a su lugar de origen?
Matalir-Araracanga - la ciudad que
truena
Aquel es el nombre con el que
muchos identifican al Retiro Interior de la Sierra del Roncador.
Debe su denominación al extraño ruido, a veces como de “truenos” y otras
ocasiones como de “máquinas”, que parece surgir del suelo. Es curioso por
cuanto los científicos no han podido explicar el fenómeno. Aquella zona no
despliega actividades sísmicas.
Matalir-Araracanga sería la
ciudad subterránea que genera aquellos “sonidos”, no siempre atribuibles a
tecnología. Algunos místicos suponen que en verdad nos hallamos ante los
mantrams o cánticos sagrados de los intraterrestres del Mato
Grosso. Este fenómeno, cabe mencionar, ha sido escuchado también en otros
Retiros Interiores de América y el mundo, incluyendo el propio
desierto de Gobi.
Se ha oído muchas veces que las caravanas que
atravesaban el desierto asiático, de pronto escuchaban un canto antiguo
salir de las entrañas de la tierra. Inmediatamente todo quedaba en
silencio, hasta los animales que venían con la caravana se hallaban
inmóviles, sobrenaturalmente tranquilos, incluso el viento frecuente de
aquellos parajes, también, misteriosamente, se había calmado. Al cabo de
unos instantes más, todo volvía a la normalidad. Los lamas afirman que
este hecho sucede cuando el Rey del Mundo, el Supremo Maestro de
Shambhala, según sus creencias, está orando por la
Humanidad.
Muchas fueron las expediciones que intentaron localizar
al expedicionario inglés en las Sierras del Roncador. Una de las más
recientes se llevó a cabo en 1996, con la intención de indagar qué le pudo
haber sucedido a la expedición Fawcett en 1925. No obstante, esta
iniciativa, organizada por el empresario brasileño James Lynch, no
tuvo mucha suerte: los indígenas secuestraron a todo el equipo durante
varios días, y sólo fueron liberados tras pagar un respetable
rescate.
Pero ello no quiere decir, necesariamente, que una suerte
similar corrió la expedición del intuitivo Coronel.
Quizá, Fawcett
no murió bajo un inesperado ataque de los indios Xingú de los años 20,
o picado de muerte por algún insecto o víbora.
Quizá, el
mismísimo Fawcett aun se encuentre en el Retiro Interior que buscaba en el
Mato Grosso bajo la leyenda de una ciudad perdida, sin que el tiempo
material le afecte, puesto que aquellos seres viven en otra realidad,
acorde al pulso temporal del Universo.
Quizá, el explorador esté
aún allí...
Etapas
El establecimiento
de la Hermandad Blanca en la Tierra, ha transitado por tres etapas:
-
Etapa Estelar:
Que involucra la propia fundación de Shambhala en el desierto de
Gobi, la denominada “Isla Blanca”, como parte de una misión sagrada que
atañe a la protección de la Historia humana y su destino espiritual en
el concierto de los mundos.
-
Etapa Mestiza:
Supervivientes de reinos perdidos, como la Atlántida de Platón,
habrían constituido la segunda generación de Maestros, llamados mestizos
por ser fruto de la unión de razas cósmicas y humanas hace miles de
años.
Luego de la destrucción de la Atlántida, catástrofe que se
recuerda en las leyendas de diversos pueblos como el “diluvio
universal”, aquellos “Noes” se refugiaron con los archivos de su
avanzada civilización, que no supo conciliar la tecnología con la
ciencia del espíritu, generando su propia destrucción que, además,
desataría en el planeta entero una suerte de invierno nuclear debido al
accidente cósmico que precipitaron (como veremos más adelante), el
impacto de dos “lunas” sobre la Tierra.
Por esta razón los supervivientes, que se habían mantenido en la
luz observando el inevitable ocaso de su cultura, eligieron las
oquedades de la Tierra para protegerse y poner a salvo los Anales de las
Antiguas Civilizaciones Prehistoricas.
-
Etapa Humana:
Aquellos que han sabido escuchar el llamado de la Hermandad
Blanca, empezarán a constituirse en sus mensajeros o emisarios de
luz. Hoy, la humanidad está llamada a integrarse a la Magna Obra, y
modificar el futuro planetario sobre la base de la fuerza más poderosa
que existe en el Universo: el amor.
La
Hermandad Blanca está activa, iniciando a los caminantes en su
mensaje.
Los
senderos que conducen a sus Retiros Interiores, son variados y
sutiles; sin embargo, ante los “ojos del espíritu”, se trata de un camino
claramente definido, y que sólo puede ser transitado por un alma valiente
que no tema vencerse a sí misma.
Retiros Interiores
Existen tres tipos de Retiros de la Hermandad
Blanca:
-
Retiros Interiores:
Que señalan la morada subterránea de los Maestros. Aquí debemos
mencionar que la mayor parte de los seres intraterrestres no poseen
cuerpo denso; es decir, ya dejaron su envoltura material. Por tanto
existen tanto Retiros Interiores físicos como sutiles.
Generalmente el acceso a los Retiros Físicos es complicado, por cuanto
se encuentran estratégicamente en lugares de difícil acceso. Los Retiros
Sutiles, fundamentalmente, pueden ser conectados a través de la
meditación y la proyección del Cuerpo Astral.
-
Retiros Intermedios:
Lo constituyen Monasterios ocultos en la superficie, como la
antigua Hermandad de los Siete Rayos en los
Andes del Perú. Por ejemplo, sabemos que al norte de Cusco,
al este de Marcahuasi y al norte de
Puno, se encuentran enclavadas aquellas comunidades secretas. Quienes
forman parte de ellas son humanos, que voluntariamente se apartaron del
mundo para adiestrarse en lo que bien denominan “Escuelas de la
Sabiduría Eterna”. Se hallan en conexión con los Maestros
intraterrestres y actúan muchas veces como
emisarios.
-
Retiros Externos:
Son aquellos seres humanos que viven en el mundo moderno pero
que, concientes de esta realidad, que los une a los Santuarios de la
Hermandad Blanca, actúan como “infiltrados” en la sociedad para
generar un cambio desde dentro. Los Retiros Externos están
constituidos también por los estudiantes de la Luz, aspirantes de
la Verdad Primera.
Actualmente, los Retiros Interiores de Oriente se encuentran
en un estado de “sueño”.
América ha empezado a despertar y los Sabios Maestros de las
ciudades intraterrenas se encuentran atentos, protegiendo los Anales de
la Historia Humana y enviando la poderosa Luz del Conocimiento
al planeta entero.
Los
grandes Maestros de Oriente conocen de esta activación, no en vano
diversos Lamas han venido visitando diversos puntos de América para
identificar las “Moradas Sagradas”, que palpitan bajo nuestros pies.